La cosa más afortunada en la vida es encontrar a alguien que pueda encender la pasión de tu vida. Ellas pueden ser un poco tontas, pueden estar felices todo un día por unas pequeñas flores silvestres al borde del camino; pueden ser un poco sensibles, pueden llorar a mares con un anuncio; pueden ser un poco impulsivas, pueden arrastrarte a la cima de una montaña a las tres de la mañana a esperar el amanecer. Pero son precisamente estas personas las que te hacen descubrir que la felicidad puede ser tan simple, una taza de café, un atardecer, una vieja canción, todo puede ser un motivo para celebrar. Ellas son como la luz del sol que llevas contigo, siempre pueden iluminar tu estado de ánimo de manera perfecta en tus momentos más oscuros. Siempre me emociona esa conexión de "salir en cualquier momento", no se necesita un plan perfecto, no hay que pensar demasiado en las consecuencias, solo un intercambio de miradas y el otro entiende: "¿Vamos?", "¡Vamos!" No importa si es un puesto de barbacoa a las tres de la mañana o un viaje inesperado, tener a alguien que quiera volverse loco contigo, ese sentimiento es más valioso que cualquier romance. La vida ya es lo suficientemente amarga, siempre hay que encontrar a alguien que te acompañe a endulzarla.